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La vida sin nosotros
Domina el negro, pero en algunas zonas pueden verse las manchas blanquecinas que dejaron las altas temperaturas y la severidad del fuego a ras de suelo. En pleno día, debido a la falta casi total de manto vegetal y sombra, hace mucho calor, más de lo normal en esta época. El paisaje tiene una extraña belleza allá en el fondo de los valles, entre bosques calcinados, antes impenetrables, que ahora aparecen como un ejército desnudo, elevando sus largas y delgadas ramas, escuálidas, hacia el cielo azul. Si giras la cabeza hacia lo alto, puedes ver un antaño poderoso árbol, pelado, que se recorta en contraluz con la claridad del horizonte, virando al morado, como en un marco.
En las zonas más arrasadas todo es ceniza y polvo. A cada paso se eleva, como dando un grito de protesta, que se levanta violento para caer y depositarse lentamente, vencido. Paisaje marciano. Otro paso, y una poderosa roca se desprende y rueda en la pendiente, sin nada que la sujete al suelo, y la frene. Los golpes son secos, apenas sin ruido, como si faltara la atmósfera. Naturaleza afónica.
Todavía no ha pasado un mes, no ha llovido. Caminando en este desierto aparece un espejismo, un oasis. Un color extraño resalta en la negritud. Llama mi atención, y aun a riesgo de que desaparezca me acerco, despacio, para que no escape, y admirado veo que es real, que no es un engaño.
La vida, sin nosotros, o a pesar de nosotros, se abre camino.
Montesión, Toledo. La Vida se abre camino |
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