En el momento de la revolución cubana, el modo de vida norteamericano estaba muy implantado en la isla. Se había ido instaurando poco a poco desde que en 1898 EEUU sustituyó el colonialismo español por una independencia formal controlada mediante gobiernos títeres. Desde entonces, las inversiones norteamericanas fueron multiplicándose, convirtiendo a Cuba en suministrador de materias primas baratas (azucar), al tiempo que consumidor de los excedentes estadounidenses. Mientras, se enriquecían las élites buerguesas, florecía el racismo, la corrupción, el subdesarrollo, la prostitución o el juego. Esas élites podían permitirse el lujo de llevar una vida llena de usos y costumbres norteamericanas y, entre ellas, podían permitirse tener grandes coches clásicos norteamericanos.
Después de más de 50 años desde la revolución parece un milagro que estos coches sigan circulando por las carreteras cubanas. Muchos de ellos aparecen varados definitivamente en las calles de La habana, pero otros siguen circulan alegremente.
Cuando vas a viajar a Cuba por primera vez y oyes hablar en las guías de viaje de los coches clásicos norteamericanos que circulan por La Habana, o ves reportajes en la televisión, crees que será una cosa anecdótica, una atracción para los turistas y, la verdead, es que hay coches clásicos por todas partes.
Una gran cantidad de ellos han sido reconvertidos en taxi, y no hay turista que no monte en alguno, pero es que se ven coches por todas partes.
Para algunos, la presencia o pervivencia de estos coches sólo es producto de la necesidad, y probablemente sea así, pues cuando acucia la necesidad se agudiza el ingenio. En todo caso lo que está claro es que los cubanos han conseguido mantener en movimiento estos monstruos del pleistoceno cubano, en medio del bloqueo brutal norteamericano (o tal vez gracias a él), privados totalmente de los repuestos originales.
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