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Tiempos de UJA

 

La vuelta al Valle

Es una costumbre popular entre los toledanos dar la "vuelta al valle". Unos para mantener o mejorar su forma física y otros para mantener a raya o disminuir el colesterol. Se trata de un recorrido de aproximadamente seis kilómetros que se desarrolla por la denominada "Carretera de Circunvalación o del Valle" al sur de la ciudad de Toledo, desde donde se ven las mejores vistas de la ciudad y del río que la circunda.

El recorrido del cauce del Tajo por esta zona parece a primera vista algo imposible si consideramos que el río aparece encajado entre dos moles graníticas, donde las aguas han excavado más de cien metros de profundidad desde que empezó a circular hace dos millones de años hacia el Atlántico. No parece normal que el río haya cortado el granito, en lugar de cruzar por la zona más lógica, y blanda, que hubiese sido el  terreno de alcáen existente en la vaguada que antiguamente existía al norte de la ciudad, en lo que hoy es "la vega".  Ese "meandro encajado o torno del Tajo" sólo fue posible debido a la existencia de un accidente geológico, relacionado con la generación de una serie de fallas.


Vamos a realizar un recorrido, (del colesterol) por el meandro del Tajo, disfrutando  de las impresionantes vistas de la ciudad y del río, y de los elementos que nos enseñan su historia.


A las 11'10 de la mañana nos hemos adentrado en la ruta del colesterol, iniciando nuestro recorrido desde el pequeño aparcamiento existente entre los dos puentes de Alcántara (el nuevo y el viejo) en la margen izquierda del río Tajo.


Desde el mirador del aparcamiento se puede ver, a la derecha, el Puente de Alcántara viejo, y justo debajo se encuentra una de las antiguas presas que a principio de siglo se generalizaron en el río para suministrar corriente eléctrica a la ciudad. Las conocidas como "Turbinas de Vargas", en la margen derecha, estuvieron en pie hasta 1999, fecha en la que fueron demolidas bajo una gran polémica. Esta central eléctrica, a su vez, se superponen a un edificio más antiguo donde al parecer fue construido el "Artificio de Juanelo", que permitía elevar el agua del Tajo hasta la parte más elevada de la ciudad.





Justo encima se ve la gran mole del edificio del Alcázar de Toledo, principalmente conocido por los acontecimientos ocurridos durante la Guerra Civil, y que fue  recinto fortificado desde época Romana, más tarde formó parte del recinto fortificado islámico denominado Alficén (el ceñidor, pensado tanto para defenderse de enemigos externos, como de los propios toledanos), y en la actualidad está ocupado por la Biblioteca de Castilla-La Mancha y el Museo del Ejército.

Nada más empezar a andar, a la izquierda de la carretera nos encontramos lo que fue la antigua "estación sismológica de Toledo" excavada en la roca granítica, y que actualmente se encuentra muy oculta por una importante masa vegetal.






Atravesamos la carretera dejando a la derecha el Puente de Alcántara nuevo, y seguimos por la carretera de circunvalación que fue construida a principios del siglo XX. Inmediatamente, a la izquierda de la carretera, nos encontramos con un impresionante machón que prácticamente cuelga sobre nosotros. Se trata de uno de los restos del acueducto romano que existió en este lugar para salvar el desnivel del río Tajo, y que traía el agua desde la presa de Alcantarilla, en Mazarambroz. Existen dudas sobre si el acueducto fue una gran construcción estilo puente, o un acueducto tipo sifón, aunque, al parecer, ésta última opción es la más aceptada.


Si miramos hacia el río desde la barandilla de la acera vemos en el lado izquierdo un machón que formó parte de la estructura del acueducto, y en la margen derecha existen varios restos que también pertenecieron al mismo, aunque en ese lado aparecen mezclados con otras estructuras.



Una de ellas, prácticamente desfigurada pero que si observamos fotografías antiguas todavía puede verse, es una antigua coracha perteneciente al sistema defensivo del Alficén que bajaba desde la fortaleza o la muralla cercana a la esquina sureste, hasta el río Tajo, bien con una función defensiva y/o de abastecimiento de agua.


Siguiendo por la carretera vemos en el margen de la izquierda las rocas de granito han sido protegidas con mallas metálicas, ya que la zona sufre frecuentes desprendimientos debido a la degradación del granito.

En la parte baja, en el río, ahora vemos dos estructuras, una en la margen derecha y otra en la izquierda, cuya función no está muy clara. En esta zona yo he jugado de pequeño y las llamábamos "la plancha", la de la orilla derecha, y "el piano" la de la izquierda, debido a que, efectivamente, tienen la forma de una planta y de un piano. La forma de plancha tiene una clara relación con un tajamar y recuerda mucho a los molinos de Daicán, que se encuentran más abajo en el río, por lo que su funcionalidad podría estar relacionada con la molienda de grano como en el caso de aquellos. Igualmente, si nos acercamos a la estructura de la margen izquierda, desde cerca, se aprecia igualmente su verdadera naturaleza como molino para moler grano con la fuerza del agua. 


A la derecha, en la parte alta puede observarse la Iglesia de San Lucas.



La carretera empieza a ascender ahora, y justo de frente nos encontramos en un cerro aislado que recibe el nombre de "Cerro del Bú". Algunos relacionan ese nombre con belcebú, en base a una leyenda que sitúa aquí la puerta al infierno. No sé de donde proviene el nombre pero la realidad es que el Cerro del Bú fue un poblado de la edad del bronce, y fue ocupado con posterioridad por otros pueblos, incluyendo, en su parte más alta, una fortaleza musulmana utilizada durante el asedio a la ciudad por parte de Abderraman III. 




Atravesamos el puente de la degollada. El actual, sustitye a otro que fue construido en 1935 y que se hundió en 1973. Tras una curva pronunciada a la derecha, ascendemos el último tramo de la cuesta que nos conducirá hasta la parte más alta de nuestro recorrido.






A la derecha se ve una impresionante vista de la ciudad, y sobre todo del río Tajo que nos permite ver en primer plano el Cerro del Bú, donde vemos los restos de muralla que dejaron a la vista las excavaciones de los años 70, y al fondo el puente de Alcántara y el Castillo de San Servando. Al otro lado del río la mole del Alcázar se sigue viendo impresionante.


Al coronar esta carretera nos encontramos con la Ermita del Valle, donde se hace una romería todos los  1 de mayo. Antiguamente se accedía a esta zona mediante una barca en el río (la barca de pasaje) y un camino en ¡zig zag! en piedra, que asciende desde el río, y que todavía se conserva. Este camino a su vez se prolonga hacia las zonas más altas de los montes y debía ser en la antigüedad una de las vías de acceso a la ciudad desde las poblaciones del sur de Toledo.




Un poco más adelante existen en la actualidad varios miradores desde donde contemplar la ciudad. Desde aquí es donde se obtiene la mejor vista y es donde los autobuses traen a los turistas. Hay una panorámica fantástica. Podemos ver en el fondo el río Tajo y varias presas que antiguamente fueron utilizadas para producir corriente eléctrica. Al otro lado se ver las ruinas de los Baños de San Sebastián,  los Baños de Yuso, y unas tenerías debajo de éstos. La Iglesia de San Sebastián, antigua mezquita (Muchas de las iglesias de Toledo fueron anteriormente mezquitas), las Cortes de Castilla-La Mancha, a la izquierda, San Román, San Juan, La Catedral, el Alcázar, San Marcos, e intrincadas calles de la ciudad. Por la noche, con las farolas encendidas, da totalmente la impresión de encontrarse en una ciudad medieval.











Desde aquí ahora todo es bajada. A la derecha en el río vemos restos del antiguo molino de la Vieja y los batanes al otro lado. Ambas estructuras estaban antiguamente unidas por una presa que proporcionaba energía a las ingenios, pero que ahora se encuentra sumergida debido a que la presa de Santa Ana eleva el nivel del agua por encima de esta. Mas abajo, en la curva del río, los Molinos de Daicán, a la sombra de la Ermita de la Cabeza, que se encuentra en la cima del Cerro del mismo nombre. La ladera de este cerro ha proliferado en los últimos años un cactus invasor cuyas púas se clavan y resulta muy doloroso desprenderse de ellas.

Una curva nos aleja del río y de la ciudad, y nos adentramos ahora en una zona de cigarrales que se extienden mayoritariamente hacia la izquierda de la carretera, aunque en la derecha también hay algunos, en las partes elevadas de profundos barrancos, excavados por los arroyos.  En las vaguadas de los arroyos volvemos a ver la ciudad o la curva donde se encuentran los Molinos de Daicán.










Nos encontramos ahora con la carretera de Piedrabuena. A la derecha queda la Ermita de la Cabeza y empezamos a descender por la acera de la carretera pero con viviendas a ambos lados. Cuando las casas desaparecen  vuelve a aparecer la ciudad, ahora con la visión de San Juan de los Reyes, la Escuela de Artes o el Museo de Victorio Macho. Al fondo se ve el Puente de San Martín, el otro gran puente de piedra que daba acceso a la ciudad.
















Atravesando el puente vemos a la derecha, abajo, la presa de Santa Ana, y a la izquierda se ven los restos de una coracha, y el torreón del Baño de la Cava (aquí hay otra leyenda) en una de cuyas puertas hay un pilar reutilizado procedente del cementerio islámico (cipo funerario), donde puede leerse con bastante claridad la leyenda del epitafio.

Tras cruzar el puente hemos optado (en lugar de completar la vuelta tradicional al valle que nos habría llevado por la Puerta del Cambrón, el Paseo de Recaredo, la Puerta de Alfonso VI y la Puerta de Bisagra, hasta el Puente de Alcántara), por volver en sentido contrario pero ahora por la senda ecológica que corre a los pies de la ciudad pegada al río. Así que giramos a la izquierda unos metros más adelante y bajamos por una escalera que nos conduce, pasando cerca de la coracha de que hablábamos antes, por debajo de uno de los ojos del puente de San Martín.



A la derecha queda en primer lugar la central eléctrica reconstruida de Santa Ana, y el agua cae con estruendo desde su presa. A la izquierda la pendiente es importante. En la parte más alta se ven los edificios que se asoman prácticamente al precipicio, como la Escuela de Artes, el Museo de Victorio Macho o restos del pequeño torreón de la muralla existente a la altura de "el tránsito".







El río discurre lentamente entre las presas, incluso parece que no se mueve, si no fuese por las presas que continuamente cortan el paso del agua haciendo que se precipite ruidosamente. Los restos de las antiguas fábricas de luz son mínimos, salvo el mecanismo de las turbinas (los dragones) nada más se ha conservado. Los molinos de Daicán, unos antiguos batanes, a la izquierda un torreón, el de Alfarach (al parecer una estructura cuya funcionalidad era elevar agua para el regadío de los bancales que se crearon en esta zona), a la derecha varios dragones. Toda esta zona está llena actualmente de pescadores, muchos de ellos extranjeros, también de patos, algunos de ellos mutilados por los sedales de los pescadores. Llegamos hasta el Barco Pasaje, donde desde hace varios años, la barca, ha vuelto a funcionar principalmente en verano y en días de fiesta. A la izquierda dejamos otro resto de la muralla el torreón del hierro, que pudo haber funcionado también como coracha.


















Desde aquí hay que subir por una estrecha escalera hasta un nivel superior. Ahora la senda pasa por el medio de la pendiente, algunas veces excavada en ella, y otras colgada con una estructura metálica. A la derecha dejamos la Casa del Diamantista (de vuelta con las leyendas), más adelante la estructura de "la plancha" que ya comenté antes, el Cerro del Bú, que se ve ahora por su lado más escarpado, sitio habitual de escaladores.


El final de este tramo de la senda nos deja en el Puente de Alcántara nuevo. Hace pocos años se ha continuado la senda por el lado opuesto del río, en una ruta de varios kilómetros también muy interesante y  utilizada por los toledanos para correr o para andar. Cruzamos el puente y volvemos hasta el lugar de partida.

Las 12'45.La vuelta se nos ha ido a una hora treinta y cinco minutos. Demasiadas paradas para las fotos. Un último vistazo al  río y a la ciudad, y para casa.

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